El
despecho ya forma parte del folclore de la política argentina. Son
muchos los políticos que en su culebrón cotidiano se han visto
“traicionados” o “usados” por sus patrones burgueses a los cuales
bien sirvieron por un periodo, y “heridos en su profundos sentimientos y dignidad” han salido a denostarlos, en las formalidades, por todos los medios que les abrieran micrófono.
Formalidades que no hacen ni van a la cosa de fondo, ni los favores políticos cumplidos, ni las comisiones recibidas, cuestión que ya es un “principio” del político mercenario en la etapa actual, porque siempre hay que dejar una puerta abierta, para volver sobre los dichos y desandar sus pasos para pedir nuevo empleo al patrón.
Formalidades que no hacen ni van a la cosa de fondo, ni los favores políticos cumplidos, ni las comisiones recibidas, cuestión que ya es un “principio” del político mercenario en la etapa actual, porque siempre hay que dejar una puerta abierta, para volver sobre los dichos y desandar sus pasos para pedir nuevo empleo al patrón.
Estas prácticas se extienden a toda la
estructura ejecutiva y legislativa del Estado burgués y todo lugar donde
se desarrolle el negocio político, presentando ridículos ribetes de
dramatismo sainetescos cuando se manifiestan en las alturas, en el
gobierno nacional.
Es así que, aquel sublime romance de los
primeros años del gobierno de los Kirchner que con leyes, decretos y la
quita de la deuda de $ 500.000.000 de deuda al fisco, le permitió al grupo Clarín convertirse en el actual monopolio de comunicación. Asintiendo así a la instalación, a través de este multimedios, de la mentira de un gobierno progresista.
El filisteo interesado, terminó con la
aparición de pesos pesados de la comunicación global para quedarse con
el negocio y algunos negocitos personales mal cerrados, que convirtieron
al reaccionario grupo en el enemigo público número uno.
Pero el colmo del descaro llegó cuando
CFK en el acto por el 158° aniversario de la bolsa de comercio de Buenos
Aires en un largo y patético discurso frente a la flor y nata de
representación local de la oligarquía financiera, que actuando como una
“empleada” despechada reprochó la falta de reconocimiento a la “tenaz
tarea realizada” por ella y su difunto marido durante los últimos 9 años
para garantizar las multimillonarias ganancias especulativas.
Es más, pretendió hacerles un escrache, y a la vez hacer jueguito para
la tribuna, a quienes los trabajadores y el pueblo tienen sobradamente
conocidos como parte de los responsables de las calamidades desde el
2001, cuando manifestó “¡Qué fantástico negocio! Dos veces se quedaron con la plata de los argentinos” dejando al descubierto su ilimitado servilismo.
Despechos, reproches, negocios y
servilismos, es lo cotidiano en el pantano de la crisis política de la
burguesía, y lo que caldea los ánimos y confirma la necesidad, a las
grandes mayorías, de incorporarse a los crecientes vientos de cambios.
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