Los monopolios tienen la necesidad de exponer sus productos en todos los medios masivos de comunicación. No alcanza con una propaganda ingeniosa e imaginativa si no es acompañada por un bombardeo constante en televisión, Internet, radio, diarios, revistas, carteles en todas las autopistas, calles y avenidas, en los colectivos y trenes, en las camisetas deportivas; en absolutamente todo lo que nos rodea hallamos la tiranía de las grandes multinacionales que hacen jugosos negocios convirtiendo al ser humano en un objeto. Uno que trabaja para ellos, luego se dirige al supermercado a llenar su changuito (cada vez menos) con los productos que ellos venden y finalmente se recuesta cansado en su casa a consumir…
Esta es la ruinosa rutina que afecta a toda la humanidad y que desde el marxismo definimos científicamente como dictadura del capital…
¿Por qué así, si desde niños nos han
enseñado que la libertad individual es la base de “nuestra justa
sociedad”, ya que “todos tenemos las mismas posibilidades”? Pues, no es
así.
La libertad que el capitalismo
reivindica está basada en el despojo masivo de los productores de
mercancías de los medios necesarios para producir. Es decir, que un
obrero no tiene ninguna opción más que ofrecerse a sí mismo como una
propiedad a disposición del capitalista, dueño de todos los medios de
producción y que no necesita trabajar pues obtiene su ganancia del
esfuerzo ajeno. La contradicción principal de esta sociedad es que quien
sacrifica toda su vida por hacer un mejor producto se empobrece cada día más y quien no hace nada de su vida se vuelve cada vez más rico, desperdiciando la riqueza generada por toda la sociedad en sus gustos y caprichos.
La clase obrera organizada y decidida a recuperar lo que le corresponde, es el terror que acecha a la burguesía en todos los rincones del mundo. EL TRABAJO es algo que no conocen, les enloquece siquiera imaginar la posibilidad de tener que trabajar.
La clase obrera organizada y decidida a recuperar lo que le corresponde, es el terror que acecha a la burguesía en todos los rincones del mundo. EL TRABAJO es algo que no conocen, les enloquece siquiera imaginar la posibilidad de tener que trabajar.
LA PROPAGANDA DE LOS MONOPOLIOS Y LA COMPETENCIA
Para brindar otra demostración más
de la imposibilidad de la competencia que tanto promociona el sistema,
en una economía que concentra todas las riquezas y medios de producción
en una ínfima y decreciente cantidad de firmas, tomemos como ejemplo la
propaganda.
Para tener siquiera una oportunidad de
vender su producto en el mercado interno, una pequeña o mediana empresa
(PYME) debería competir con una multinacional que realiza una propaganda
masiva de millones de pesos diarios, con todos los medios a su
disposición. Con la ventaja de poder bajar los precios como quiera,
incluso a costo de pérdidas, si se trata de quebrar a la competencia.
Pues sabe que los recuperará inmediatamente, absorbiendo la demanda del
mercado y a la pequeña empresa. Entonces es que nos sorprenden con
increíbles ofertas de una semana o un día en tal supermercado, con tal
tarjeta de crédito de aquel banco, imposibles de superar. No hay
competencia posible para los capitales pequeños contra los grandes.
LA TELEVISIÓN, UN VEHÍCULO A TODOS LOS HOGARES
En el canal más visto de la televisión argentina se llega a cobrar 7.000 pesos el segundo de transmisión de la propaganda. Si cada una de éstas promedia 30 segundos, estamos hablando de unos 210.000 pesos por cada propaganda.
Esto es lo que abona una empresa cuando decide invertir en la
televisión para multiplicar el consumo de su producto, por cada
propaganda que emite en el día. Si cada empresa monopólica emite su
propaganda entre 15 y 20 veces al día esta “invirtiendo” unos $
4.200.000 en sólo uno de los canales de aire. Multiplicando una suma
promedio de $ 3.000.000 para los 5 canales de aire, por día cada empresa
monopólica invierte la “módica” suma de 15.000.000 de pesos, sólo en propaganda tradicional en la televisión (hay otros tipos de publicidad).
Ahora pasemos examen a los canales,
cuánto es que facturan luego de la “batalla” que se libró en torno a la
ley de medios. Si cada corte dura alrededor de diez minutos, por lo
tanto cada corte en la televisión se factura $ 4.200.000. Si en cada día
que transmite la televisión hay en promedio unos 10 cortes de
transmisión hablamos de $ 42.000.000.
A esta suma no olvidemos agregar toda la
publicidad no tradicional que se emite en el interior de las novelas y
programas en vivo. En definitiva, un multimedio como el grupo Clarín o
Telefónica no dejan de facturar entre 70.000.000 y 100.000.000 de pesos
al día en su canal de aire. ¿Podemos imaginar cuanto facturan si sumamos
la totalidad de los medios que dirigen? Seguramente una cifra
monstruosa.
La pregunta que surge a cualquier trabajador es: ¿de dónde sale tal cantidad de dinero para derrochar en propaganda tan innecesaria?
Los monopolios la extraen del trabajo
diario de cientos de millones de proletarios en todo el mundo, pues lo
único que crea valor es nuestro trabajo.
Los monopolios dilapidan las riquezas
que producimos todos nosotros en la farsa que ellos llaman competencia.
Este derroche de capital ficticio que los capitalistas llaman inversión
multimillonaria no contempla ninguna de las necesidades de toda la
sociedad.
El hambre, la desocupación, las
enfermedades y la exclusión de millones de personas no les importa en lo
más mínimo. Es por eso que la única salida posible a la dictadura de la
burguesía imperialista es la Revolución socialista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario