Los
más de 4 meses de conflictos en el puerto de Mar del Plata que
involucró largamente los 8000 trabajadores de diversas ramas de la
industria pesquera, servicios y logística fue el turbulento escenario de
uno de los conflictos de la lucha de clases más ocultos y ninguneado
por los medios de comunicación del sistema.
El largo enfrentamiento, que
inicialmente fue subestimado, como siempre, por la burguesía, su
gobierno y su Estado y quienes luego se vieron obligados a implementar
las tradicionales tácticas de desgaste, en su primera etapa, de
judicialización de la lucha posteriormente y hasta el intento de
pretender la confrontación entre trabajadores, -como tanbién lo
ensayaron en Chubut en el conflicto de los trabajadores petroleros-
fracasaron frente a la tenaz decisión de movilización y lucha de los
obreros del sector y la calurosa adhesión del conjunto de la sociedad.
El conflicto que no sólo agudizó la
crisis política de la burguesía sino que desnudó y puso a la vista de
todo aquel que quisiera ver, la podredumbre del capitalismo decadente.
Empresas fantasmas, connivencia mafiosa
entre los sindicatos, las cámaras empresariales y el Estado para
repartirse subsidios, garantizar la superexplotación y los miserables
salarios de los trabajadores de las cooperativas truchas, hacer la vista
gorda a las permanentes violaciones de los convenios de trabajo y los
códigos de captura y zafra, la violencia y la coerción de las patotas
institucionalizada contra todo aquel que levante la voz contra alguna
injusticia, son algunas de las razones de los trabajadores y la sociedad
marplatense para decir basta.
Si bien se ha cerrado un primer acto con
la resolución de una parte de las reivindicaciones económicas, aún
persisten las razones de fondo y hace prever que el conflicto, que es
netamente político, no ha terminado, sino que recién empieza, como
recién empieza, a lo largo y ancho del país, la intensificación del
ascenso de la lucha de clases.
La lucha de los trabajadores ha entrado
en una nueva etapa de confrontación con su enemigo jurado, la oligarquía
financiera, y Mar del Plata es una más de las vidrieras, iluminadas por
la lucha de las masas, de la realidad de todos los trabajadores y el
pueblo del país. Realidad que reclama un nuevo orden que termine con el
capitalismo y sus lacras, y que libere las fuerzas creadoras populares
para la conquista de un presente y un futuro para las grandes mayorías.
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