- ¿Le darías las llaves de tu casa al comisario de tu barrio para que te proteja?
- ¿Esperás del parlamento y de todos los políticos que cumplan lo que prometen antes del acto electoral?
- ¿La corrupción en la justicia en general y de los jueces en particular, alguna vez se combatió?
- ¿Esperás de Monsanto, Cargil, Ford, La Serenísima, Coca Cola, y otros monopolios, que protejan al Hombre y al medio ambiente?
- ¿Creés que los bancos con sus préstamos te solucionan algún problema o te hunden de por vida a una vida indigna?
- ¿Le interesa al poder el sistema educativo o lo considera un arma de sometimiento en lo ideológico?
Estas y otras preguntas tienen un solo denominador, no creemos en nada de lo que nos viene de arriba. No
importa que a veces nos sintamos obligados a ser parte de una u otra
cosa, pero no creemos en nada y cuando decimos esto claramente decimos
que no creemos en las instituciones del Estado. Son infinitos hechos y
expresiones que así lo demuestran, pero a diferencia de otras épocas esa
desconfianza extendida a millones de compatriotas provoca una constante
desazón en el poder. Todo está cuestionado y no tienen el consenso
necesario para gobernar a sus anchas. En estas desconfianzas al sistema
aparecen nuevos horizontes, aparece la confianza en el compañero de
trabajo, en el vecino, en el amigo, en el familiar en quienes nos
rodean, en los que a diario luchan por la vida por defender los
intereses más nobles, se multiplican las confianzas en nuestros pares,
en quienes conocemos, en los verdaderos afectados y víctimas, es decir
las grandes mayorías. ¿Cómo se expresa ésta confianza? No pasa un día
que una lucha no tenga el sello autoconvocado, no
importa las formas que adopte, incluso con “carcazas” viejas, pero lo
que importa es lo nuevo, la confianza en nuestras propias fuerzas. Estas
autoconvocatorias que respetan la verdadera democracia, que se expresan
en asambleas populares, que distinguen a sus propios y confiables
dirigentes son las instituciones de lo nuevo que se viene, el peso de su
existir radica en su masividad, se rompen todas las barreras de
división que impone el poder. La lucha, la movilización, la masividad,
la unidad del sentimiento por lo que se está conquistando están muy por
encima de viejas rencillas políticas que solo conviene al poder
establecido y que nadie confía ni quiere.
Mucho se está haciendo por unir esas expresiones e instituciones que el pueblo está dando desde la lucha, pero
hace falta insistir en la idea que una Revolución basada en esa
experiencia de millones y de muchísimos años será la columna vertebral
del poder del nuevo Estado Revolucionario.
Desde ésta mirada alentadora entendemos, entonces sí, que la Revolución está en marcha!!
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