La
Cosificación consiste en degradar a seres humanos, transformándolos en
cosas o mirándolos como si lo fueran. Pretendiendo privarlos de
cualquier humanidad de espíritu.
En los últimos años hemos asistido a una
acelerada “mutación” en el discurso político de todas las instituciones
del Estado y el gobierno. La incorporación explícita de la
cosificación del sujeto y de la sociedad, ya forma parte de las
peroratas de las cadenas nacionales de CFK, funcionarios, políticos y de
la gruesa mayoría de los medios de comunicación de la burguesía.
Si bien la cosificación de los
individuos es una parte esencial e inseparable en la génesis y
desarrollo del capitalismo donde los obreros son un número que sirve
para obtener ganancias para la burguesía, un engranaje renovable y
recambiable y, por lo tanto, descartable, como bien queda plasmado en el
film Tiempos modernos (Charles Chaplin, 1936) -un
verdadero retrato de las condiciones desesperantes de la clase obrera-
ésta , hasta no hace mucho tiempo, era omitida y esquivada por
considerarse políticamente incorrecta en cualquier alocución, por más
engañosa que fuese, pero que pretendiese encuadrar en el formal
humanismo burgués.
Pero la decadencia del sistema burgués,
su crisis política y de dominación en la actual etapa, capitaneada por
oligarquía financiera, ha producido esta nueva y aberrante metamorfosis
asumiendo los rasgos alienantes de la publicidad y el marketing.
En efecto, para ellos, los trabajadores y
el pueblo somos un objeto, una cosa, con una clara intención de
degradarnos al nivel de meras mercancías, por lo tanto calificables,
enajenables, apilables, comerciables y vendibles tal como en un
supermercado de ofertas, pretendiendo despojarnos de toda humanidad.
Es así que para CFK, su gobierno
“recupera la dignidad del pueblo” repartiendo netbooks, cosificando la
dignidad, cambiándola por un mero objeto de consumo.
O que los problemas de “seguridad” no
son tales porque aquí hay tal número de muertos pero en algún lugar del
mundo hay más. Convirtiendo a los cadáveres en números, cosas, carentes
toda piedad y derecho.
O que la educación de nuestros niños y
jóvenes tiene que formar parte de la recuperación de la “cultura del
trabajo” intentando transformar las escuelas en una mera cantera de
nuevos engranajes numerado para su fábrica de ganancias, despojando
así del derecho a toda la realización del individuo y la sociedad.
Frente a este ya habitual mecanismo
dirigido a humillar y ultrajar a nuestro pueblo, comienzan a levantarse
los cimientos de una gigantesca ola de dignidad que barrerá con la
soberbia del ultraje y recuperará para los trabajadores y el pueblo un
presente y un futuro lleno de humanidad proletaria y popular para las
grandes mayorías explotadas y oprimidas en nuestra tierra.
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