Mientras el capitalismo
concentra la producción en cada vez menos manos, la crisis que atraviesa
a la burguesía monopolista no les permite concentrar en política las decisiones por imponer los planes de mediano y largo plazo para paliar o amainar la feroz guerra por los mercados.
La lucha de clases manifiesta su
profundización y extensión a niveles altísimos cuando miles de millones
de hombres y mujeres de todas las latitudes de una u otra forma están
asqueados del sistema y luchan por cambiar el estado de las cosas.
Veamos un claro ejemplo de estos intentos burgueses.
Por estos días altos
funcionarios de los Estados Europeos piden conformar un órgano para
exigir cambios presupuestarios nacionales como parte de un plan para
salvar el Euro y fortalecer la unión Europea.
¿Quiénes lo piden?
Desde el Consejo de Europa, su
presidente Herman Van Rompuy, el presidente de la comisión Europea José
Manuel Barroso, el presidente del Euro grupo Jean Claude Juncker y el
presidente del banco Europeo Mario Draghi, exigen mayor integración
fiscal, creación de Eurobonos. Alemania no está de acuerdo por riesgos
financieros de sus bancos, salvo que el poder de decisión política se concentre fundamentalmente en el Estado Alemán.
¿Si es tan sencillo, por qué no ejecutan esas medidas?
Los Estados monopolistas de
Europa son los instrumentos políticos que están en crisis para enfrentar
lo que ya lleva varios años. Cuando los pueblos no están dispuestos a
recibir los mandatos de los gobiernos y comienzan a protagonizar la
historia, se abre una nueva era de cambios sociales. La centralización
política requerida por la burguesía se va haciendo añicos, los planes
son válidos por unas horas, días o semanas, pero nada de todo ello es
claro para el futuro político que proteja sus intereses.
Ellos se mueven en el día a día,
son coherentes con el sistema que los cobija, responden en política a
la anarquía en la producción en un marco en donde los mineros de
Asturias, España, a modo de ejemplo, llevan una delantera en mostrar al
mundo que la oligarquía financiera no pasará.
En nuestro país, los dos
discursos emitidos, uno por la Presidente, y el otro por Moyano,
mostraron hasta qué punto la burguesía monopolista expresa desazón
cuando nuestro pueblo gana las calles, crea un estado deliberativo y se
politiza el carácter que va adoptando el enfrentamiento. A tamaña
concentración y centralización de capitales, el poder burgués necesita
instalar un discurso único,
bien centralizado. Esa correspondencia entre el grado de concentración
económica y centralización política está extremadamente débil, o más
bien, imposible de lograrse.
En todo el planeta, los pueblos
del mundo van llegando a una conclusión: se sabe lo que no se quiere y,
desde esa unánime idea que erosiona cualquier intento de unidad política
de la oligarquía financiera, se está en la búsqueda de una salida en
una manifestación de múltiples ideas que se unifican en la gran ambición
de que el Hombre y la Naturaleza estén por encima de cualquier negocio y
de cualquier mercado.
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