Esta
semana hizo exactamente nueve meses de aquel 23 de octubre de 2011, día
en el que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con
el 54% de los votos.
Desde esa fecha hasta hoy pasaron las manifestaciones contra la Ley Antiterrorista y la instalación de una base yanqui en nuestra provincia del Chaco; las manifestaciones en contra de las mineras que vienen a llevarse nuestras riquezas y a dejar muerte y desolación en centenares de poblaciones de nuestra cordillera; una tragedia como la de Once
que quitó la vida a 51 compatriotas que una mañana iban a sus trabajos
como todos los días, lo que despertó la indignación de la mayoría del
pueblo argentino; miles y miles de luchas salariales,
por mejores condiciones de trabajo, contra despidos y suspensiones y por
la derogación del impuesto a las ganancias sobre el salario; movilizaciones y puebladas contra la inseguridad; la lucha estudiantil secundaria renovó sus reclamos en conjunto con el cuerpo docente y las familias.
Estas, y otra infinidad de luchas por los reclamos más sentidos de la población, han sido las que han condicionado cada una de las medidas del gobierno,
aun después de haber “arrasado” con más del 50% de los votos. La
movilización de masas tiene raíces mucho más profundas que la
circunstancia de un gobierno, que puede ganar una elección para luego
verse absolutamente a la zaga de lo que la lucha de clases dictamina
cotidianamente.
Así se ha visto esta semana, cuando el
gobierno nacional “decide” renovar la ayuda financiera a las provincias,
sobre todo a la provincia de Buenos Aires. Los medios del sistema
destacaron el cambio del gobierno desde una perspectiva absolutamente
formal, siempre analizando las peleas “por arriba”. Lo que nadie ha
dicho es que esta medida vuelve sobre los pasos de cortar la ayuda
financiera en los marcos del ajuste que el gobierno decidió implementar
ni bien ganó la elección y que, en definitiva, se ha visto impedido de
realizar, tal como lo tenía planeado y necesitaba hacerlo, por el sostenido y ofensivo accionar de las masas populares.
Este es un problema político
trascendental para los de arriba, que se cuidan muy bien de no hacerlo
notar; así es que ninguno de sus sesudos analistas escribe o dice una
palabra sobre esta realidad que la lucha de clases impone, limitándose a
presentar las cosas entre contendientes individuales como Cristina vs. Moyano, o Cristina vs. Scioli, etc.
Para los de abajo, que los de arriba no puedan gobernar y esquilmarnos como ellos quisieran es nuestra principal arma;
y de eso debemos tomar cuenta para la pelea de todos los días. En la
medida que afrontamos cada lucha concreta en pos de un objetivo
inmediato, tenemos que seguir profundizando la pelea de fondo que es la
pelea contra el sistema y todos sus gobernantes, asentados en que la
lucha de clases está expresando la enorme debilidad política de la
burguesía y la enorme fortaleza política de la clase obrera y el pueblo.
La ofensiva de masas que expresa la lucha de clases cotidianamente, debe ser la misma ofensiva para afrontar la construcción de las herramientas políticas
que pongan sobre el tapete la lucha por el poder, la revolución como
salida verdadera a los mil y un problemas que este sistema putrefacto
nos presenta. Las condiciones para avanzar en la unidad que ponga en
primer plano la acción de masas, que en todos estos años de lucha ha
venido consolidándose, son enormemente favorables para los trabajadores y
el pueblo y tenemos que aprovechar al máximo esta situación
para que la salida revolucionaria actúe como un horizonte claro para
los millones de argentinos que ya han expresado que así ya no se puede
seguir viviendo.
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