Es
de público conocimiento que en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano
Bonaerense (al igual que en muchas otras provincias de país) se sufren
sistemáticamente cortes de luz desde hace años, y que éstos generan
malestar en comerciantes, vecinos en general, y sobre todo en personas
en estados de vulnerabilidad como ser ancianos, discapacitados y
enfermos.
Pero ¿qué podemos hacer como pueblo para enfrentarlos?
El problema, planteado como
exclusivamente de producción energética, debe relativizarse: no se corta
la luz porque el ciudadano “egoísta” prende el aire acondicionado y
consume una potencia que para ser solventada requiere que otros vecinos
no tengan luz, la energía se produce o se compra, no es un problema de capacidad energética, la distribución es lo que falla.
Podríamos profundizar en este punto comentando el avance que no fue, de
Atucha II (la única Central nuclear en el mundo que se puso en marcha
por un presidente, pero aún no produce energía ni la producirá en el
corto plazo), o los papelones de la importación de energía desde
Uruguay. Pero, sea como sea, no debería haber una intermitencia en la
generación, o una imposibilidad de cubrir el consumo creciente de
determinadas épocas del año.
Ahora bien, al llegar a las grandes
urbes, y allí ser distribuida a los hogares, ésta potencia generada se
encuentra con una red cuya última inversión considerable data de hace
más de 30 años, cuando ni el consumo ni la cantidad de población se
parecían a los actuales. Hoy, con más edificios y más altos, con
muchísima más gente, y con mayores equipamientos para el consumo, la red
no es modificada de fondo, es más, ni siquiera se planifica su cambio.
Contradicciones del capitalismo, o bien,
funcionamiento fiel a su lógica de priorizar la ganancia empresaria por
sobre el bienestar del pueblo.
Estas últimas semanas, con los golpes de
calor que saturan las redes de distribución de energía, el pueblo no
dudó un segundo y –por ejemplo- se manifestaron decenas de cortes de
calles en los barrios de CABA y el gran Buenos Aires, así como también
ocurrió en el resto del país. Los vecinos comienzan a juntarse en
asambleas donde se define abiertamente el sistema de organización
mediante democracia directa, con un repudio enorme a cualquier expresión
del sistema que quiera quebrantar la autoconvocatoria de los vecinos.
En el caso particular de la Ciudad de
Buenos Aires, dos cuestiones caracterizan este momento político en : la
primera es el rol que empieza a jugar el factor subjetivo en el
movimiento de masas. La política descarada a favor de los monopolios, el
hecho de que empresas como Edesur hayan elevado sus acciones al 234% y
no se produzca inversión alguna en la infraestructura mínima de la
distribución al usuario, generan un nivel de bronca en el pueblo donde
lo que prima es la voluntad de la gente: cortes en general paz
sostenidos por 20 personas, esquinas cortadas por 5 y hasta el
“secuestro” de cuadrillas efectuados por tan solo 4 personas. La
necesidad del cambio, la indignación porque “esto no da para más”
empieza a desatar fuerzas de carácter ofensivo y contundente, ante cada
hecho la gente despliega acciones concretas, se siente fuerte porque
conoce la actual debilidad del enemigo.
El otro factor es que los problemas que
comienzan a visualizarse son de un carácter cada vez más estructural,
como el hecho de que el problema de la distribución de electricidad
provenga de una falta de inversión en capital constante de más de 30
años, donde el panorama es que todo seguirá empeorando.
El Estado siempre presente, en este caso
a través del ENRE (ente regulador de la electricidad), claramente
vinculado a las empresas distribuidoras, hace la vista gorda a los
reclamos como lo hizo durante años. No establece una planificación de
obras, cambio de cables y transformadores, modificación de
subestaciones. No da respuesta a las urgencias. Esta situación empuja a
las masas a crear organizaciones permanentes – como está ocurriendo con
muchas asambleas de vecinos – que se plantean presionar mediante la
lucha para obtener soluciones de fondo. Asambleas que hoy se encuentran
discutiendo los problemas de la energía, pero que van
institucionalizándose como organizaciones de poder local allí donde se
encuentran y comienzan, aunque aún tímidamente, a abarcar problemas de
diversa índole como el de la inseguridad, la educación o la salud. Estas
organizaciones de masas se ubican además en el marco de una crisis
política muy aguda por parte del capital, donde la relación del Estado
como garante de los intereses de la oligarquía financiera queda cada vez
mas clara y el problema es debatido abiertamente en cada barricada,
asamblea o simple conversación entre vecinos.
Es por ello necesario que
broten, como ya lo están haciendo, asambleas barriales, encuentros
vecinales que solucionen realmente los problemas de la gente, en cada
plaza, en cada barrio, hasta poder dar el golpe que les haga saber que
con el pueblo no se jode.
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