La
oligarquía financiera pretende que el pueblo argentino entre en el
juego de la devaluación de la moneda y para ello desfilan cientos de
“economistas burgueses” tratando de “enfocar” este debate desde los
intereses mezquinos que cada sector de la clase dominante posee. Se dan
explicaciones de todo, hasta de lo inexplicable. Títulos catástrofes o
de los otros, ninguneo según de qué lado caiga la moneda.
Poco
o nada se habla de lo que le interesa a la gran mayoría, y cuando ello
se lo intenta se lo mete en un túnel sin salida para que no se entienda
nada, como si fuésemos ignorantes de la vida.
Sin
embargo la inmensa mayoría de los argentinos, a pesar de la tela de
araña que nos imponen sabemos cuales son las consecuencias directas de
la devaluación.
La primera y la que más se oculta es el aplastamiento liso y llano del salario entremezclado con ello es la brutal inflación o mejor dicho la pérdida del poder adquisitivo de lo que ganamos.
El
gobierno y la oligarquía financiera en general atraviesan una crisis
política muy profunda, no son las voluntades de uno u otro sector de la
clase dominante que desde un escritorio digitan la economía del país.
Existe una parte de esa verdad, hay sectores del poder que se favorecen
económicamente y otros no y azuzan medidas en uno y otro sentido, pero
nadie, absolutamente nadie, maneja la anarquía dentro del sistema
capitalista, hoy como nunca la economía, la devaluación de la moneda y
otros mecanismos económicos están sometidos al fuego de la lucha de clases.
Saben
desde el poder que esta anarquía que sobrevuela en estos días encrispa
el ánimo de 40 millones de compatriotas y tienen muy claro que más allá
de cualquier intento por desviar la atención al economicismo, la batalla
por el salario se transformará de hecho en una batalla política.
No
hubo tregua, no hay, ni la habrá, lo que significa que los
revolucionarios impulsaremos el aumento salarial en el plano concreto de
lo económico y a la vez tensaremos todas las fuerzas para acelerar el
proceso de unidad política popular. No es una época histórica en donde
la burguesía pueda decidir políticas desde un cómodo escritorio, esta
crisis se resuelve en las calles, como se está haciendo, agudizándoles
todas sus contradicciones, no dejándolos pensar contra el pueblo. Hay
que “cascotearles el rancho” porque el salario es miserable y la
inflación es insoportable. Es una clase dominante que sabe hacer
negocios para ellos mismos pero es incapaz de, tan siquiera, atenuar los
más básicos problemas por los que atraviesa el pueblo, sólo entienden
el idioma de la lucha de clases lo que permitirá elevar la calidad del
enfrentamiento entre las minorías explotadoras y opresoras y las
mayorías explotadas y oprimidas.
Del
lado de la revolución es una exigencia acelerar todos los procesos de
unidad, es un momento que para golpear por la lucha salarial hay que
forzar todo lo que se pueda la unidad por abajo y profundizar todas las
metodologías de lucha en unidad y masividad.
El
paro, la huelga, la toma de establecimientos por el aumento del salario
son las herramientas que más le duelen a la clase dominante, pero hay
que elevar la calidad de ese enfrentamiento rompiendo todo tipo de
aislamiento y todo tipo de sectarismo. En este río revuelto provocado
por la crisis política del poder los revolucionarios tenemos que
impulsar esta movilización con consignas simples y concretas, salario e
inflación y, desde ese eslabón político, enfrentarlos y no descansar en
redoblar los esfuerzos por la unidad política de todas esas batallas.
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