sábado, 1 de marzo de 2014

Combinar la lucha por el salario con la unidad en la lucha contra el capitalismo


En su último discurso, la presidenta Cristina Fernández repitió una letanía que no omite decir cada vez que puede: “No está mal que los empresarios ganen plata…” y remató “Necesitamos una burguesía nacional”.
Lo que no dice la oligarca presidenta es que los empresarios ganan plata no pagando horas de trabajo al obrero. Pues la ganancia o plusvalía sale de allí y no de otro lado.
Salario y ganancia son dos términos antagónicos y excluyentes. El crecimiento de uno depende de la disminución del otro. Son el agua y el aceite. Lo cual significa que todo aumento de salario provoca disminución de la ganancia del burgués y, en el otro extremo, todo aumento de ganancia implica disminución del salario del trabajador.
Cuando la presidenta propone cuidar los precios para “cuidar” el poder adquisitivo del salario, es como proponer embellecer la tumba del muerto. El muerto, muerto está y ninguna adorno lo revivirá. Porque la devaluación, la inflación (el aumento generalizado de TODOS los precios) ya se realizó y con los “precios cuidados” se intenta alimentar la fantasía (que ya nadie cree) de que con ello se defiende el poder adquisitivo del salario ¡¡irremediablemente ya perdido!!
La única manera de defender el salario es mediante el aumento del mismo. Y nos referimos no sólo al valor nominal sino, fundamentalmente, al valor de cambio. Concretamente, cuántas mercancías del mismo tipo que compraba antes de la devaluación y del aumento de precios puedo comprar ahora.
Y en ese punto es donde la presidenta muestra su vocación oligarca de defensa incondicional de su clase dueña de los monopolios, llamando a la prudencia a los trabajadores y diciéndole al burócrata Caló que tiene que estar más preocupado por el “cuidado de los precios” que por pedir aumentos de salarios.
El punto central del problema para los trabajadores, en este momento, está puesto en conseguir aumentos de salarios que no sólo emparejen el poder adquisitivo perdido por la devaluación y el aumento generalizado de los precios, sino también que prevean una mejor condición salarial para afrontar el año que tenemos por delante y avanzar en la disputa por la distribución de la riqueza.
Ésa es la pulseada y es, a la vez, la permanente lucha que deberemos dar mientras este sistema capitalista esté en pie. La lucha por el salario es política y depende de nuestra acción independiente en las bases, debido a que la burguesía mundial, transnacional, tiene como política la disminución permanente del salario de todos los trabajadores para el achicamiento de costos, a fin de eliminar competidores sosteniendo, o mejorando en lo posible, su nivel de ganancias. Ningún burgués resignará por sí mismo ni medio punto de sus ganancias. Ningún gremio tendrá otra actitud más que intentar frenar con engaños o mediante la instalación del miedo, las luchas y la unidad de los trabajadores desde las bases.
Por esa misma razón, es que a los obreros, los trabajadores asalariados y el pueblo en general, no nos queda otro camino que luchar simultáneamente en contra del sistema capitalista basado en que la ganancia de la burguesía está dada por las horas de trabajo no pagadas como salario, pues de lo contrario, si no derrotamos al capitalismo, estaremos condenados a luchar en forma interminable, generación tras generación, por sostener el poder adquisitivo de nuestros magros ingresos, con el agravante de que en esa disputa, a la larga, siempre perderemos. La burguesía y todo su sistema están débiles políticamente, porque es precisamente este tema el que no pueden ocultar como lo han hecho históricamente. Su avidez de ganancia los ha llevado a este punto en el que el pueblo tiene ante sí un solo camino a transitar.
La unidad de todo el pueblo tiene su base material en ese eje. Todo llamado a la unidad que no contemple el poder adquisitivo de los ingresos populares basado en el valor de cambio de los mismos, es artera mentira. La unidad popular se cimenta en contra de la ganancia de la burguesía en todos los aspectos de la vida, hasta en las reivindicaciones más espirituales, en suma, en las aspiraciones del pueblo a una vida digna.
Nuestra unidad política como pueblo tiene como objetivo implícito no sólo conseguir los medios para capear momentáneamente la situación en la disputa con la clase burguesa antagónica a nuestros intereses sino, fundamentalmente, cortar de raíz la causa que genera los problemas que condenan a la actual vida caótica a la que nos sume esta forma capitalista de organización de la sociedad.
Y ésa es la razón por la cual necesitamos una expresión orgánica y política de ese sentido de unidad. Hacia allí van dirigidas las intenciones del “Llamamiento del 17 de agosto” que está en marcha.

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