En su último discurso, la presidenta Cristina Fernández repitió una letanía que no omite decir cada vez que puede: “No está mal que los empresarios ganen plata…” y remató “Necesitamos una burguesía nacional”.
Lo
que no dice la oligarca presidenta es que los empresarios ganan plata
no pagando horas de trabajo al obrero. Pues la ganancia o plusvalía sale
de allí y no de otro lado.
Salario
y ganancia son dos términos antagónicos y excluyentes. El crecimiento
de uno depende de la disminución del otro. Son el agua y el aceite. Lo
cual significa que todo aumento de salario provoca disminución de la
ganancia del burgués y, en el otro extremo, todo aumento de ganancia
implica disminución del salario del trabajador.
Cuando
la presidenta propone cuidar los precios para “cuidar” el poder
adquisitivo del salario, es como proponer embellecer la tumba del
muerto. El muerto, muerto está y ninguna adorno lo revivirá. Porque la
devaluación, la inflación (el aumento generalizado de TODOS los precios)
ya se realizó y con los “precios cuidados” se intenta alimentar la
fantasía (que ya nadie cree) de que con ello se defiende el poder
adquisitivo del salario ¡¡irremediablemente ya perdido!!
La
única manera de defender el salario es mediante el aumento del mismo. Y
nos referimos no sólo al valor nominal sino, fundamentalmente, al valor
de cambio. Concretamente, cuántas mercancías del mismo tipo que
compraba antes de la devaluación y del aumento de precios puedo comprar
ahora.
Y
en ese punto es donde la presidenta muestra su vocación oligarca de
defensa incondicional de su clase dueña de los monopolios, llamando a la
prudencia a los trabajadores y diciéndole al burócrata Caló que tiene
que estar más preocupado por el “cuidado de los precios” que por pedir
aumentos de salarios.
El
punto central del problema para los trabajadores, en este momento, está
puesto en conseguir aumentos de salarios que no sólo emparejen el poder
adquisitivo perdido por la devaluación y el aumento generalizado de los
precios, sino también que prevean una mejor condición salarial para
afrontar el año que tenemos por delante y avanzar en la disputa por la
distribución de la riqueza.
Ésa
es la pulseada y es, a la vez, la permanente lucha que deberemos dar
mientras este sistema capitalista esté en pie. La lucha por el salario
es política y depende de nuestra acción independiente en las bases,
debido a que la burguesía mundial, transnacional, tiene como política la
disminución permanente del salario de todos los trabajadores para el
achicamiento de costos, a fin de eliminar competidores sosteniendo, o
mejorando en lo posible, su nivel de ganancias. Ningún burgués resignará
por sí mismo ni medio punto de sus ganancias. Ningún gremio tendrá otra
actitud más que intentar frenar con engaños o mediante la instalación
del miedo, las luchas y la unidad de los trabajadores desde las bases.
Por
esa misma razón, es que a los obreros, los trabajadores asalariados y
el pueblo en general, no nos queda otro camino que luchar
simultáneamente en contra del sistema capitalista basado en que la
ganancia de la burguesía está dada por las horas de trabajo no pagadas
como salario, pues de lo contrario, si no derrotamos al capitalismo,
estaremos condenados a luchar en forma interminable, generación tras
generación, por sostener el poder adquisitivo de nuestros magros
ingresos, con el agravante de que en esa disputa, a la larga, siempre
perderemos. La burguesía y todo su sistema están débiles políticamente,
porque es precisamente este tema el que no pueden ocultar como lo han
hecho históricamente. Su avidez de ganancia los ha llevado a este punto
en el que el pueblo tiene ante sí un solo camino a transitar.
La
unidad de todo el pueblo tiene su base material en ese eje. Todo
llamado a la unidad que no contemple el poder adquisitivo de los
ingresos populares basado en el valor de cambio de los mismos, es artera
mentira. La unidad popular se cimenta en contra de la ganancia de la
burguesía en todos los aspectos de la vida, hasta en las
reivindicaciones más espirituales, en suma, en las aspiraciones del
pueblo a una vida digna.
Nuestra
unidad política como pueblo tiene como objetivo implícito no sólo
conseguir los medios para capear momentáneamente la situación en la
disputa con la clase burguesa antagónica a nuestros intereses sino,
fundamentalmente, cortar de raíz la causa que genera los problemas que
condenan a la actual vida caótica a la que nos sume esta forma
capitalista de organización de la sociedad.
Y
ésa es la razón por la cual necesitamos una expresión orgánica y
política de ese sentido de unidad. Hacia allí van dirigidas las
intenciones del “Llamamiento del 17 de agosto” que está en marcha.
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