Imperialismo es capitalismo monopolista de Estado. Imperialismo es el poder ejercido por la gran burguesía por sobre el resto de la sociedad. Imperialismo es capitalismo en descomposición, es capitalismo decrépito, capitalismo en su fase histórica final.
Toda la clase burguesa sabe que los grandes capitales son los que marcan la cancha, imponen sus negocios y someten al resto de su propia clase. Pero saben también que es la única forma que tienen de hacer sobrevivir el propio sistema basado en la expropiación de todo el pueblo y, aunque protesten por la “injusta” situación frente al gran capital, callan frente a los padecimientos populares.
Por su parte, la clase obrera y el pueblo asisten a una situación inédita en la historia. Sus intereses, sus necesidades, sus aspiraciones, en suma, sus vidas no tienen ninguna posibilidad en este sistema. Y esto no quiere decir que antes la tenían, sino simplemente que los plazos de sobrevida se han acortado.
Advierte, comprueba en la práctica cotidiana, que si la propia burguesía ha perdido su capacidad de competencia contra el capital más concentrado y que, para sobrevivir, necesita “asociarse” a éste y al Estado monopolista que es su herramienta de dominación de toda la sociedad, con más razón las capas populares carentes de toda propiedad de medios, tienen cerradas todas la puertas de su desarrollo.
No hay posibilidad de desarrollo de ningún tipo en esta sociedad y las hendijas a través de las que algún sector pudiera colarse para lograr una sobrevida han sido brutalmente cerradas por las leyes de la concentración monopolista.
La movilización y la lucha social, constituyen las armas cotidianas de la vida pues ya no existe margen de ningún tipo para obtener algún beneficio más que arrancarlo de las garras del gran capital.
Pero, ¿hasta cuándo debemos luchar…?
Así como las hendijas del sistema se fueron cerrando, el oxígeno se hace más enrarecido y sólo la apertura de puertas nos devuelve el aire para respirar.
Es por eso que ha llegado el momento impostergable de encontrar la salida franca y amplia por donde transiten las necesidades y aspiraciones del proletariado y el pueblo trabajador.
Es por eso que es necesaria la unidad política de todos los sectores populares agobiados por esta realidad asfixiante.
No hay ninguna posibilidad de encontrar esa salida, el camino hacia esa realización, a través de las instituciones del sistema y de sus propios mecanismos, pues estos están diseñados para el cierre y el ahogamiento de esas alternativas, en lo posible, antes de que dejen de ser embriones.
La unidad política es el encuentro entre los intereses de clase del proletariado, los demás trabajadores y pueblo oprimido en el proyecto de cambiar las leyes del sistema basado en la opresión y expropiación de los bienes producidos y los recursos naturales de todo el país para enriquecimiento de un pequeño grupo privilegiado. Cambiar esas leyes es romper con este sistema basado en el cerramiento de puertas hacia el desarrollo y suplantarlo por un sistema político, económico y social basado en la apertura de todas las potencialidades humanas. El socialismo es precisamente, ese sistema que nos permitirá desarrollar desde cada fábrica, barrio, escuela y lugar de vida y trabajo, con sus nuevas instituciones creadas en el curso de la movilización y la lucha, ese norte que hoy intuimos y que mañana iremos pergeñando.
Esa unidad política y orgánica desde donde se discuta, planifique y ejecute la acción sobre la lucha y la movilización cotidianas, es la que nos permitirá lograr una vida digna de ser vivida por los argentinos que la merecemos y esa nueva Argentina no tiene lugar para los actuales responsables de esta situación: la burguesía imperialista.
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