En
primer término ésta es una decisión eminentemente política. ¿Por qué?
Porque nos encontramos en un momento de inflexión en el proceso
revolucionario.
Hay momentos de la historia, y éste es uno de ellos, en donde una política de principios es una política táctica, muy lejos de cualquier “principismo”.
Las
elecciones que se nos presentan en breve se realizarán en un marco de
crisis política de toda la burguesía y sus instituciones. Sus
propagandas en los medios expresan verdaderamente la decadencia en que
están inmersos agraviando la inteligencia de todo un pueblo.
Se
siente como nunca antes de este lado de la barricada la ausencia de una
alternativa al parlamentarismo burgués. Aún los esfuerzos por dotar a
nuestro pueblo de una salida política revolucionaria son extremadamente
débiles y por lo tanto ese asqueo generalizado a la pornografía
electoral no se traduce en una acumulación de fuerzas políticas contra
el sistema corrupto y necesariamente dominado por un grupo de monopolios
que necesitan de este juego parlamentarista para sostener instituciones
que gobiernen y decidan a favor de ellos con el disfraz de demócratas.
En este marco, sintetizado, aparecen situaciones peculiares, que tienen mucho que ver con la historia de la luchas de clases pero
que se presentan en la actualidad de muy diferente forma. ¿Qué queremos
decir con diferente? Es que en la actual lucha de clases coexisten, de
hecho, dos democracias, una que está condenada por la historia y por el
presente: la que no puede resolver los problemas más básicos de la
población explotada y oprimida que es el parlamentarismo sostenido por
la burguesía, y por el otro lado, la Democracia Directa y la metodología autoconvocada que es adoptada por millones de compatriotas en varias escenas históricas de enfrentamientos.
Esta Democracia Directa
es lo nuevo, lo que está naciendo, lo que se está desarrollando y es lo
que está pujando por sostenerse en un marco de violencia sistemático
sostenido por el sistema contra esas expresiones abiertas o intuitivas
que sienten las masas en sus corazones.
Son dos democracias que coexisten,
enfrentadas porque enfrentadas son las clases en pugna. Esta
peculiaridad de la época, la que los revolucionarios caracterizamos como
diferente de otros momentos de nuestra historia, obliga a ser muy
claros frente a las masas que están luchando, que están dando los pasos
necesarios para irrumpir con mayor fuerza en cada enfrentamiento que se
sucede.
Lo
dominante es el parlamentarismo burgués porque la dominación de clase
es ejercida a través del Estado que les pertenece. Pero cuando hablamos
de coexistencia con la Democracia Directa
es porque pensamos que ya se ha expresado el verdugo que ajusticiará a
la dominación burguesa basada en la ganancia, generada en los negocios
contra el pueblo y contra la naturaleza de la que es parte.
Es
un momento de tomar bien fuerte el timón, sostenerlo en una tormenta
pasajera y decadente de intentos populistas, reformistas, “progresistas”
que se maquillan con el solo fin de sostener un sistema electoral que
garantice las instituciones que sometan a nuestro pueblo a tanto dolor y
oprobio.
Es en este momento de la historia en donde los revolucionarios tenemos que multiplicar las luchas por las conquistas políticas en cada lugar concreto, desplegando lo nuevo que está en la sociedad que es la Democracia Directa que cuestiona a los partidos políticos parlamentaristas de cualquier color, a la justicia, a las instituciones represivas, y
que está marchando aceleradamente a constituirse en la opción
revolucionaria de cambio sustancial en la vida de todos los argentinos.
Como
nunca antes, pasadas las próximas elecciones los problemas del pueblo
se agravarán augurando una nueva calidad del proceso en marcha.
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