El paro de los trabajadores ferroviarios efectuado la semana pasada en el que se planteó el repudio a la instalación de videocámaras en todas las formaciones para detectar eventuales fallas humanas de conducción, hizo que el tema ocupara la primera plana de todos los diarios. El hecho, que fue motivado a causa de la tragedia ocurrida días pasados en el ferrocarril Sarmiento, en Castelar, está dirigido a personalizar en el maquinista la responsabilidad de la producción social. En este caso la responsabilidad política del Estado y de la empresa que pretenden ocultarse deliberadamente.
Se trata de imponer, de hecho, ilegítimos e ilegales métodos de vigilancia de un “Gran Hermano” que pueda controlar todas las actividades de los trabajadores, por medios de vigilancia tales como cámaras, software que permitan supervisar su actividad en la PC, micrófonos y otros dispositivos que ofrece hoy la tecnología.
Este control ya está instalado, en gran parte de la actividades de la sociedad a través de cámaras en la calles de las ciudades bajo la excusa de “la prevención de delito”, las tarjetas de crédito y la sube u otras tarjetas similares, que les permite “botonear” cuánto y cómo gastamos, a qué hora, desde qué lugar y hasta dónde viajamos. De la mano marcha el nuevo DNI que viene con el sistema de reconocimiento facial a través de terminales en los patrulleros de la policía.
Este avasallamiento, desde lo formal y con los hechos, de los derechos a la privacidad e intimidad de los trabajadores, apunta, por un lado, a instalar la coerción e intimidación en los lugares de trabajo, y por otro, a imponer esencialmente el control de todas las actividades sociales de las personas.
En el ámbito laboral, lo que más les preocupa es, fundamentalmente, la autoorganización y la conspiración ya instalada en el corazón del capitalismo.
El caso que estamos tratando, burdo intento de avanzar sobre los derechos de los trabajadores ferroviarios, también pone al desnudo las conductas de los sindicatos en este terreno. Unos se manifiestan indiferentes de frente a la medida porque, como una “gerencia” más de las patronales, están interesados en la vigilancia para que nada se salga de control y entonces es usada para la defensa de sus negocios. Otros porque han “comprado” el verso de la burguesía de que el ferrocarril les pertenece a los trabajadores y, por lo tanto, se consideran responsables de lo que suceda en el ámbito de las decisiones empresariales. Como si esta verdadera máquina capitalista de explotar y matar nos perteneciera. Éstos han llegado a ponerse en contra de los trabajadores quienes, frente a la agresión sufrida cotidianamente por la empresa, estallaron en legítima ira quemando los trenes.
Pero afortunadamente la verdadera lucha contra este “gran hermano” no pasa por los sindicatos ni espera nada de éstos. Ya hace años que los trabajadores vienen luchando, exitosamente, contra estas aspiraciones de los monopolios. Cotidianamente las luchas, a través de la democracia directa, método ya instalado en todo el pueblo de frente a la pretendida impunidad del capitalismo, desmantelan redes completas de este control antihumano. Sumando al camino por donde marcha todo el pueblo, a los cambios sociales que terminen con el régimen de explotación y opresión.
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