Mientras el secretario general de la
Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Antonio Caló, es fogoneado para
reemplazar al caído en desgracia Hugo Moyano al frente de la CGT, con el
apoyo del gobierno nacional, su gremio está impedido de cerrar una paritaria, en donde aparezca como el dirigente moderado que hace bien los deberes que le exige la Presidenta Kirchner. El imposible acuerdo por cerrar un porcentaje del 18/20% choca con las demandas de las bases metalúrgicas
que vienen sosteniendo luchas en distintos lugares del país, obligando a
las empresas a anticipar aumentos para aquietar las aguas y poder
seguir produciendo.
Sería fácil cerrar acuerdos por arriba si abajo todo estuviera tranquilo.
Pero esa no es la situación, sino exactamente la contraria. En todo el
territorio se generalizan los reclamos y las luchas trabajadoras por
reclamos que tienen, como piso, un 35% de aumento. Que en realidad sería
un porcentaje no para aumentar los salarios, sino para recuperar algo
de lo que la inflación ya se ha comido de los ingresos de las familias
trabajadoras. Además de la UOM, los petroleros, los trabajadores
del subte (que hoy comienzan un paro por 36 horas), los de la
alimentación, los del limón en la provincia de Tucumán, etc. están advirtiendo que la lucha salarial recrudece y condiciona cualquier intento de poner un techo a las negociaciones.
La pelea de fondo es esencialmente política.
La burguesía monopolista tiene como objetivo achatar el salario como
condición ineludible para seguir manteniendo sus niveles de ganancia y,
de esa forma, seguir agravando las condiciones de vida del pueblo. Esa
decisión política está siendo enfrentada por el conjunto de los
trabajadores argentinos y este proceso viene acompañado por el
surgimiento y la consolidación de nuevas organizaciones obreras que
luchan al compás de los legítimos derechos de los trabajadores y no al
ritmo que intentan imponer las corrompidas estructuras sindicales.
De esta forma, la dinámica de la lucha
está marcada por la decisión y la combatividad crecientes de las bases
obreras, que en ese camino siguen fortaleciendo sus organizaciones
genuinas, desarmando y dejando en evidencia las componendas por arriba y
el ataque de toda la burguesía, con su gobierno al frente, contra los
intereses de las masas trabajadoras.
Este proceso objetivo, propio de la
dinámica de la lucha de clases, se irá profundizando en la medida que se
seguirá produciendo la fusión de la luchas con las ideas de la
revolución. La lucha salarial, entonces, va rompiendo las barreras que
intentan encorsetarlas en la institucionalidad burguesa y va encontrando
un cauce en el que, a la vez que se foguean decenas de miles de
trabajadores en el enfrentamiento clasista, se construyen
organizaciones políticas que elevan la mirada y ponen a la clase obrera a la avanzada de un proyecto de cambio para el conjunto del pueblo.
Los de arriba quieren seguir dominando como siempre lo hicieron, pero los de abajo comienzan a dejar claro que ese cometido ya no será tan efectivo.
La clase obrera y el pueblo argentinos están decididos a seguir
conquistando y a defender los derechos adquiridos; en ese proceso, los trabajadores y el pueblo tenemos todo para ganar.
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