La
lucha de clases se ha expresado primariamente como lucha por el salario
que es “la parte que le toca” al obrero, y los trabajadores en general,
en este sistema capitalista. Para el trabajador, la famosa distribución
de la torta, se reduce a su salario y nunca va a ser de otro modo en el
capitalismo, aunque los vaivenes de la disputa lo engrosen o lo
disminuyan. Ese punto de la disputa es lo que está pesando a esta altura
del año en donde los sueldos resultaron sumamente cortos para afrontar
el largo mes de 30 días.
Algunas
voces le han puesto nombre a esa lucha por el salario, eligiendo el
alimento que simboliza la satisfacción del hambre: el pan. A la disputa
de los obreros y trabajadores por la distribución de la renta, la han
llamado la lucha por el pan. Incluso en la gran revolución socialista de
octubre de 1917, los soviets lanzaron la consigna que sintetizó las
aspiraciones revolucionarias del pueblo de luchar por paz, pan y tierra.
Pero
el abanico que abarca la lucha de clases es mucho más amplio y
comprende una gran cantidad de aspectos que van desde cubrir las
necesidades básicas del ser humano, hasta la conquista de los elementos,
herramientas y recursos que le permitan a la humanidad desarrollar
todas las potencialidades hoy atrofiadas por este sistema de producción
capitalista.
Son
tan variadas y tan extensas las problemáticas que simultáneamente
surgen como necesidades inmediatas a satisfacer y que se hacen carne en
cada lucha y se mezclan con igual relevancia entre las aspiraciones que
expresan los distintos sectores que se movilizan para conquistar lo que
les pertenece por derecho humano que, si tuviéramos que unificarlas en
una sola reivindicación, sólo podríamos sintetizarla con una expresión:
conquistar una calidad de vida digna.
Allí
se contienen todas las aspiraciones de un ingreso que le permita al
trabajador y su familia alimentarse adecuadamente, vestirse, educar a
sus hijos, contar con servicios de salud, una vivienda digna,
vacaciones, seguridad en el ambiente en el que viven, acunar proyectos a
futuro, planificar socialmente un desarrollo que nos permita crecer
como seres humanos, etc.
Las
necesidades insatisfechas para la mayoría de la población se han
exacerbado y se entremezclan y entrecruzan no pudiendo diferenciarse
entre sí, porque la carencia de una (por ejemplo, un salario suficiente)
implica la falta de otra (por ejemplo, la imposibilidad de dar salud a
la familia, etc.). Porque a este punto ha llegado el proletario, es
decir, la persona carente de todo medio de vida condenada a vender su
fuerza de trabajo para poder subsistir. De tal manera que lograr una
reivindicación económica, significa conquistar a la vez, una libertad
política y, al mismo tiempo, arribar a una meta ideológica como, por
caso, derrotar la lógica de la ganancia y remplazarla por la lógica del
bien común.
Pero
es imposible conquistar una calidad de vida digna duradera si los
medios de producción con los que se genera toda la riqueza social no
pasan a mano de los productores: los obreros y trabajadores en general.
Hoy,
en medio de este mundo concentrado y centralizado por el capital
financiero con todos los Estados a su servicio, la lucha de la humanidad
trabajadora abrumadoramente mayoritaria, abarca, en cada una de sus
reivindicaciones, todos los aspectos en los que se desenvuelve la lucha
de clases, tanto en su plano económico, como el político y el
ideológico.
Es
por eso que toda lucha por las reivindicaciones irresueltas como por
las aspiraciones a una vida mejor, en suma (como dijimos más arriba) por
una calidad de vida digna, se resume en una sola lucha política por
derrotar a este sistema claramente inhumano e instalar una organización
socialista, es decir, basada en el trabajo colectivo y el disfrute
colectivo de todo lo producido socialmente.
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