La
actual fase imperialista del capitalismo, es también la fase terminal y
última del sistema de explotación basado en la obtención de plusvalía.
Asistimos pues en la actualidad no sólo al desarrollo en más alto grado
que el capitalismo monopolista ha podido llegar, sino también al mismo
tiempo al proceso de su precipitación y caída producto de las agudas
contradicciones de clase que el sistema ha engendrado y que es impotente
para contener o minimizar.
Contradicciones que
ponen a los trabajadores y pueblos del mundo al frente de la iniciativa
de lucha y transformación social y que también se manifiestan con suma
nitidez en el seno de la oligarquía financiera mundial al promocionar la
guerra de intereses por sus negocios y agudizar notablemente las
disputas por apropiarse de la plusvalía mundial.
En este marco de
crisis donde las instituciones estatales, la representatividad, la
economía, los gobiernos al servicio de los monopolios, los medios de
engaño, etc., es decir su dominación, están cuestionados desde las masas
del mundo, al tiempo que se exacerban sus pretensiones de permanencia
como sistema en un marco de disputas de fracciones de la oligarquía que
predeterminan, día a día, sus conductas más reaccionarias y
destructivas.
El capitalismo no es
un sistema basado en el desarrollo de la humanidad sino en el desarrollo
de la ganancia, por lo tanto la humanidad representa un medio por el
cual obtenerla. La obtención de la ganancia es producto de la
superexplotacion de la clase obrera mundial, por lo tanto el ser humano
no es para el capital más que un objeto subalterno de sus ambiciones, de
allí que no tenga empacho en la destrucción de la vida y la naturaleza
por medio de guerras.
Contradictoriamente el
desarrollo de la producción se ha socializado a niveles nunca antes
vistos, cuyas consecuencias trascienden el marco de sus propia capacidad
de contención de la oligarquía que ve azorada como el despliegue de las
fuerzas productivas, que contradictoriamente produce su propia
destrucción, están rompiendo con las relaciones de producción que se
expresan en el cuestionamiento a todo, que se mencionaba más arriba.
El acento está puesto
en que la producción de plusvalía capitalista necesita de una enorme
socialización de la producción pero no de las consecuencias que ello
trae para el propio sistema de dominación. Necesita del trabajo social y
colectivo pero no de seres humanos actuantes y pensantes; necesita
instalar regímenes más fascistas en las fábricas; necesita preservar la
esclavitud asalariada de un modo más virulento; necesita más
centralización política para el disciplinamiento social, etc.
En este escenario de
precipitación del sistema producto de la consolidación de la lucha de
los pueblos del mundo por una vida digna, la oligarquía en su crisis,
agudiza todos sus paradigmas ideológicos tratando de sostener sus
fundamentos de clase, tratando de preservar el marco de dominación
cuestionado.
Para la ideología del
sistema el ser humano es un objeto de consumo en un doble aspecto,
consumo de su fuerza de trabajo y consumo de los medios y condiciones
con los que el sistema pretende retroalimentar su permanencia. Es decir,
consumo de su ideología y su modo de ver como clase.
Como no puede obviar
el trabajo social, pretende hacer social el modo de vida capitalista,
pero no desde la riqueza que poseen los propios burgueses, –cosa de por
si fantasiosa- sino de hacer del modo de consumo de la clase explotadora
la forma de vida de los explotados. Bajo esa lógica, no tener vivienda o
no poseer un vehículo está visto como un fracaso individual.
Ésa concepción ideológica pretende ir por fuera de los resultados históricos. El individualismo,
la moda, los estereotipos sociales de cómo debe ser el hombre, el
matrimonio, la mujer, los niños, la educación, el deporte, la actividad
social, la política, la representación, los sindicatos etc., etc., pretenden arrinconar al ser humano en las antípodas de su ser social.
Subsumido en su
crisis, en la anarquía de su propias condiciones y contradicciones todas
estas cuestiones se vuelcan en tropel desde los medios yendo a
contramarcha de la realidad que las propias masas populares viven en
carne propia. En el afán de machacar que este sistema ofrece un mundo de
oportunidades para millones y que todos pueden vivir en plenitud,
mienten descaradamente.
La ideología burguesa
es tan pérfida que aún a costa de reconocer toda la dramática situación
de vida contra la que luchan los pueblos, alardean de la libertad que da
el capitalismo al pueblo por oposición a la no libertad que en un
sistema social superior como el socialismo, afirma que no pueda existir.
Frente a la carencia
de políticas y de un norte político que unifique sus intereses como
clase, salvo el sostenimiento a sangre y fuego del propio sistema
capitalista, y sumergidos en el descontrol de su propia impotencia, la
cuestión de la libertad adquiere relevancia no en el sentido del
desarrollo pleno del ser humano sino desde su óptica de clase. La
libertad de hacer lo que quieran para obtener ganancia. De allí la
libertad de producir droga y comercializarla, la libertad de explotar,
la libertad de echar trabajadores, la libertad de aumentar los precios,
la libertad de hacer guerras y vender armas, la libertad de prostituir
niñas, de hacer morir de sed a millones por falta de agua, de alimentos
de vivienda, etc.
Para la oligarquía
financiera la libertad tiene esta determinación; la posibilidad de hacer
sus negocios a costa de la vida de millones y la libertad de realizar
sus negocios es, sin duda, la anarquía que se manifiesta en las
condiciones de vida que el capitalismo ofrece, es decir, sumisión de la
mayoría en beneficio de la minoría.
La ideología dominante
por más que quiera la clase en el poder, no puede más que enredarse en
su propia maraña de mentiras, pues la realidad de lucha está marcando el
rumbo. La democracia directa y la autoconvocatoria crean, desde el seno
mismo de los pueblos, herramientas como los comités de base o comités
fabriles que superan históricamente por ser colectivas (y por unificar
en su seno, el análisis, las decisiones y la ejecución de
las acciones que lleven a la solución de los problemas) las herramientas
tradicionales y las formas de resolución de problemas que el sistema
capitalista ha desarrollado a lo largo de su historia. Éstas son formas
colectivas que se corresponden con la producción social que ya no pueden
ser dominadas, ni desestimadas por el enemigo.
La libertad producto
de lo que se sabe qué hay que hacer para resolver los problemas, es la
libertad colectiva y es la práctica social que gana y gana más lugar en
estas condiciones de putrefacción del sistema capitalista. Es, al mismo
tiempo, la organización política de las fuerzas populares y de los
trabajadores que conquistan esa libertad no por la gracia del sistema,
sino por la acción de la lucha permanente y de años de experiencia
política conquistada.
El
poder que emana de estas decisiones se constituye como la forma de
poder político de los trabajadores y el pueblo, son el germen del Estado
revolucionario, sus instituciones de poder frente al enemigo. Son las
expresiones no sólo de la decisión política sino, por ello mismo, de la
conquista de un grado de libertad que atenta contra la dominación
monopolista, pero también la emanación de una desestimación de la
ideología dominante que ya no sólo está rompiendo con el engaño sino con
los preceptos capitalistas y sus condiciones materiales que les dan
origen.
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