Es muy difícil tomar distancia, aunque lo intentaremos por un instante, para poder analizar la necesidad de
la unidad de todo el pueblo para avanzar en un proyecto revolucionario.
Desde el Estado nos incitan a la división, nos ponen cuñas para intentar que entremos en los juegos de toda una clase que tiene en sus manos el poder y la dominación.
En ese juego perverso aparecen figuras políticas, sindicales, ministros, “opositores” de todo color electoralista; todos los días mienten y tratan por todos los medios que tomemos partido por quien nos va a explotar y oprimir.
En una sociedad por la cual estamos luchando, la diversidad de ideas se corresponde con la necesidad de que todo el pueblo esté deliberando y movilizado en pos de los intereses de 40 millones; es lo que soñamos, es lo que sentimos cuando hablamos de intereses.
No importa que en ese contexto de sociedad revolucionaria y por la fuerza de la historia y de la costumbre haya simpatías por un pasado. No importa su color o bandería, pero sabemos que los intereses de esas simpatías en una nueva sociedad se irán unificando, sin perder “su” historia, por intereses comunes. Hoy la sociedad capitalista, su Estado, azuza la división y trata de que no veamos los intereses en común que tenemos la aplastante mayoría de la población y cómo esos intereses se chocan frontalmente con esas minorías.
A veces en nuestras propias familias o con nuestros compañeros de trabajo privilegiamos lo que el poder quiere que privilegiemos, entonces aparece el anti o el pro sobre figurillas del sistema que no tienen nada que ver con nuestros problemas, introducen muchas veces ese fanatismo, esa actitud miserable, rastrera e hipócrita que los favorece.
De nuestro lado y de la sociedad por la cual estamos luchando, privilegiamos los intereses comunes para ir a la conquista de lo que nos pertenece. La unidad de nuestro pueblo es de intereses, la unidad de la oligarquía financiera es de intereses y allí radica la división, una división insalvable: o es esa minoría y su aparato de Estado con todas las instituciones en decadencia o es la clase obrera y todo el pueblo luchando por conquistas económica y políticas, con la única bandería que enarbolen los intereses comunes de 40 millones de compatriotas.
Una revolución en marcha como la nuestra no escatima la unidad basada en interés común, aleja todo intento de divisiones que atente contra el bien común. Lo hecho en los últimos tiempos nos va dando la razón, hay una fuerte sensibilidad del pueblo a unirnos aunque “votemos” a este o al otro. En la calle, en las barricadas nos estamos uniendo, dependemos todos de todos, contra el sistema que nos intenta quitarnos hasta el aliento.
Para nuestro Partido la diferenciación es clara: una cosa son aquellos sectores de las masas que pueden simpatizar con el gobierno Kirchnerista y otra, son los funcionarios y el gobierno que llevan adelante las política de los monopolios.
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