En
un marco de profunda crisis la burguesía cebada por la ganancia y como
consecuencia de sus pujas internas dispara tarifazos y aumentos a
diestra y siniestra según sus conveniencias, según el sector, según su
demencial locura por la plusvalía, es decir según sus intereses comunes
como clase y, a la vez, disputando intereses particulares, repercutiendo
como mazazos en los trabajadores y el pueblo que no están dispuestos a
ser el sostén de la caída de los poderosos y que comprueban, cada día
que pasa, la putrefacción de este sistema social.
El Estado al servicio
de los monopolios adopta todas y cada una de las imposiciones de la
oligarquía financiera pero en el marco del desmembramiento de su
capacidad de centralización política hace gala del notorio parasitismo,
especulación y descomposición que ha sido determinante en la historia de
la oligarquía financiera mundial y que se refleja con suma nitidez –hoy
más que nunca- en su dominación en nuestro país, en las condiciones caóticas que predominan en el gobierno
La impotencia e
incapacidad para resolver las más elementales necesidades sociales (luz,
agua, etc.) se ha encarnado en la clase dominante y en el Estado a su
servicio como un forúnculo a la piel y carcome, con su pus, su capacidad
política, a tal punto que, absortos por las consecuencias que ellos han
conjurado con sus embrujos, se muestran azorados e impávidos frente a
la aguda situación social, frente a la propia lucha de clases.
“Los cortes de luz,
las discusiones paritarias, los aumentos, la inflación, no son el efecto
residual sino el efecto de distintas políticas que han marcado la
crisis y que se han ido sumando, y hoy asusta ver todo lo que había que
resolver”. Las palabras de Héctor Méndez, titular de la UIA, son más que
elocuentes. Mientras su incapacidad de soluciones a los problemas se
estampa en el profundo deterioro de las condiciones de vida de millones,
mientras se descargan tarifazos que superan el 124% en un año, como por
ejemplo en el caso del transporte, este señor propone sin miramientos
que los aumentos salariales no deben superar el 18% “ya que los salarios
en nuestro país (según él) son altísimos”.
La hipocresía de la
oligarquía se corresponde con su parasitismo. La oligarquía actúa como
clase no por la posibilidad de las superganancias sino que las
superganancias le han dado la posibilidad de actuar como jefa dominante
de su clase. Como éstas podemos ver diversas expresiones de la burguesía
monopolista que desde su hipocresía se asustan de las potencias
infernales que han desatado y que auguran problemas que no están en
condiciones de resolver.
Así actúa la
oligarquía. No busca resolver los problemas crónicos que causa su
dominación de clase, sino sus negocios a instancias de la secuela de
problemas históricos del pueblo no resueltos. Negocios que aferrados al
parasitismo propio de su existencia, a la ganancia y al medio por el
cual obtenerla, -la superexplotación de la clase obrera- se montan en su
propia crisis para promover las devaluaciones y políticas
inflacionarias, el achatamiento salarial, tarifazos e impuestazos estimulados por el deseo de sacar ventaja de su propia descomposición política.
El desbarajuste
económico y político es cada vez más profundo y tiende a agudizarse. Su
debilidad política se agiganta, ya no se trata de resolver éste o aquel
tema económico como plantea Méndez u otros personajes por el estilo
tanto del gobierno, como del mundo empresario, de la oposición o del
oficialismo, pues lo único que persigue toda esa cuestión es seguir
haciendo negocios y que nada cambie. Ya no se trata que lo trabajadores y
los amplios sectores populares continúen siendo el soporte y sostén de
su descomposición para que cambien los personajes pero sin modificar
ninguna condición material de su dominación.
Se trata de
profundizar y eternizar el quebrantamiento de su dominación por la
propia lucha de los trabajadores y el pueblo, por su lucha de clase, por
su experiencia organizativa y política. Se trata de que la condición
para avanzar a una sociedad más justa y humana es rompiendo con estas
cadenas del pasado. El camino es la construcción del poder político
revolucionario desde la clase obrera, desde la unidad con el pueblo.
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