En
los últimos meses, se ha dado una escalada en los conflictos a lo largo
y ancho del país. Por ejemplo en Comodoro Rivadavia, Chubut, en una
pueblada que hace salir a la luz la bronca y el profundo odio del pueblo
al nulo valor a la vida humana que se expresa desde arriba hacia abajo
en el capitalismo. El Parque Industrial de Pilar, al norte del Gran
Buenos Aires, no es la excepción a la situación nacional, sino todo lo
contrario. En esta última semana, a la movilización casi constante, se
le sumó, el viernes, otro nuevo paro de los obreros de Impresores
Gráficos; el miércoles en la planta de Kromberg estuvieron las
elecciones del cuerpo de delegados y remando contra todas las corrientes
de todo índole y pelaje apegados a la ley burguesa, con la prohibición
de postular a determinados compañeros, sin la posibilidad de hacer
propaganda legal, luchando contra la verdadera cara de la “democracia”
(fascismo a flor de piel) que se vive todos los días adentro de los
centros industriales. Llegaron a la suma de 251 votos, perdiendo así
contra todo el aparato del sindicato del plástico que llenos de miedo
apelaron a maniobras que por su experiencia y connivencia con la empresa
llegó a 358 votos. Estas son luchas que no salen en ningún lado, que la
burguesía esconde bajo 7 llaves porque sabe que en ellas y en su
difusión está su muerte. Pero los compañeros lejos de amedrentarse, son
conscientes que esto recién comienza y no termina en una elección. La
lucha de clases no la pueden frenar, su agudización se siente en cada
uno de esos conflictos. Es una guerra, y como tal requiere de ir
avanzando contra nuestro enemigo. Por eso es que un proceso de
elecciones de un cuerpo de delegados no nos detiene sino que nos da
mucho para aprender. El ejemplo en Pilar es muy ilustrativo, miles de
luchas chicas, medianas y grandes que se dan todos los días en las
fábricas del parque, en los barrios como Derqui, Manzanares o Astolfi.
De ahí que están dadas las condiciones para seguir avanzando en los
intentos de concretar la unidad tan necesaria de la clase obrera y el
pueblo, que más tarde o más temprano se lograra concretar para enfrentar
como un solo puño las políticas y el poder de la oligarquía financiera.
Se hace imprescindible que los revolucionarios tiremos desde ese
eslabón, del de la unidad política no solo con los obreros de las
distintas fábricas sino pensando también en los vecinos de los barrios
linderos. Gestar a través de la movilización, como puede ser el exigir
que los 400 infantes se retiren del Parque. La unidad para avanzar en la
construcción de nuestro poder, de nuestras propias instituciones que le
empiecen a disputar el poder ya no solo dentro de las cuatro paredes de
la fábrica o del perímetro del Parque industrial, sino abordando todos
los problemas de la sociedad. Son esas las instituciones que se empiezan
a gestar hoy para la lucha por una vida digna, las mismas que mañana
con el protagonismo del pueblo llevarán un país adelante pensando en el
desarrollo del ser humano como tal. La unidad en el enfrentamiento
conlleva ese germen que la hace indestructible.
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