Mientras intentan aturdirnos con la nacionalización de YPF, su estatización o lo que fuere, las fuerzas políticas de la revolución en todos sus planos advertimos la necesidad de elevar la calidad de las diferentes organizaciones políticas que la lucha y la movilización están dando.
La protesta y las luchas están en ascenso, el descontento no tiene miras de suavizarse y la experiencia acumulada va teniendo techos alcanzables en corto plazo.
Entramos a dar lucha con varias herramientas en la mano, ya no estamos a “foja cero” desde ese enfrentamiento, que promete ser profundo en sus aspiraciones, pero se hace necesario fortalecer y dar importancia a la organización de esas fuerzas que de hecho utilizan la metodología autoconvocada, sin menospreciar otras herramientas al alcance de la mano.
La oleada de nuevos delegados que van apareciendo desde la lucha, su firme disposición a representar genuinamente los intereses de los trabajadores, solamente son la parte visible del descontento y la necesidad de organizar la lucha. Hay que leer bajo el agua, estamos obligados a tener una mirada amplia del problema. Son muchas luchas ganadas, sobre todo las que nadie mira, las pequeñas, las conquistas que van dando la experiencia, la que van introduciendo a decenas de miles a la lucha y las predisponen a la organización. Ese ímpetu que viene desde las entrañas de la lucha de clases tiene que traducirse en organización práctica, hay que crecer con fuerzas producto de lo que ya se está viviendo. Una lucha tiene que dejar organización con metodología autoconvocada, organización independiente de los trabajadores, fuerzas políticas que puedan erigirse en alternativa a las miserias que propone el sistema.
Estas fuerzas políticas desde su misma creación no pueden aislarse, no pueden quedarse dormidas en sus laureles de triunfos económicos o de conquistas cotidianas. Hay que fortalecerlas y para ello, simultáneamente hay que ampliarlas dentro y fuera de los establecimientos. Hay que generar tras cada movida una inclusión de nuevas fuerzas autoconvocada y organizadas. En época de movilización esas fuerzas se hacen más robustas, en épocas de calma hay que sostenerlas, preocuparse por profundizar los planes y objetivos políticos, homogenizar las fuerzas que por su amplitud son disímiles en varios aspectos.
En estos días, sendas luchas se han dado, las que han salido en los medios: en la línea 60 y en subterráneos; sin embargo y simultáneamente, en establecimientos industriales las fuerzas que aparecen requieren un plano superior de organización. Para salir al ruedo de nuevos enfrentamientos y superiores se intuye hay que tener ya otra calidad de organización. Para ello hay que trabajar y mucho, no se puede subestimar este aspecto que en alguna medida está taponando un potencial de lucha que será estremecedor.
La metodología autoconvocada para la lucha implica comprometer a muchas fuerzas predispuestas, que ya se han expresado durante mucho tiempo luchando, poniendo el cuerpo, pero que hasta ahora no se han traducido en una fuerza alternativa. Mayoritariamente, conquistado el reclamo, la organización tiende a diluirse. Hay que clavar organización, hay que imponer la organización cotidiana que planifique masivamente el reclamo, hay que conducir cada triunfo, aunque sea imperceptible, a una fuerza política independiente de gran amplitud, que vaya ganando la legalidad entre las masas. Estamos en un momento muy rico de nuestra Revolución, quizás en un punto de inflexión, pero para develar la incógnita hay que seguir haciendo lo que hay que hacer, fortalecer la organización independiente de los trabajadores, en todos sus planos, producto de la disposición de lucha alcanzada de nuestra clase obrera y del pueblo.
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