En
ocasión del acto del 20 de junio próximo pasado, se vio pulsear a la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner con la intendenta municipal de
Rosario, Mónica Fein.
Luego que esta última terminó su discurso hablando de las bondades de su gestión
que habían hecho de Rosario una ciudad modelo, la presidenta dijo que
cuando venía en helicóptero los nuevos edificios existentes en la ciudad
no le dejaban ver el monumento a la bandera y que ello se debía al
crecimiento y desarrollo motivado por su modelo “nacional y popular”.
Una y otra, por
motivos diferentes, resaltaban los logros y el crecimiento de una
infraestructura modelo en la ciudad de Rosario.
Pero, tanto el
modelo “nacional y popular”, el eslogan de “seguir eligiendo” como el
eslogan de “en un país normal esto no sucedería” quedaron por el suelo
con el siniestro del día de la fecha.
El Estado como entidad
que debe velar por la vida y la seguridad de los habitantes, tal como
la burguesía nos quiere convencer que es el papel para el que está
concebido, ha mostrado, una vez más, su verdadero rostro.
La explosión generada por una pérdida de gas de la red pública
destrozó la vida de incontables personas ya que aún no se sabe la
cantidad de muertes que produjo y los cuerpos de una cantidad también
indeterminada de heridos. Arrasó con edificios y produjo daños a
inmuebles y bienes varios de vecinos.
Rápidamente los
voceros de los monopolios hicieron circular la versión de que había
explotado una caldera, pero la verdad no pudo ocultarse por la
característica de la explosión y porque la participación y conocimiento
de los hechos que involucró a gran cantidad de gente no permitió que se
sostuviera la mentira.
Pero además del siniestro en sí, todo los movimientos posteriores, mostraron una vez más, en manos de quién estamos como sociedad.
Los bomberos no podían
hacer girar sus máquinas por la angostura de las calles, tampoco podían
desplegar la escalera plegable o el snorkel debido al cableado de la
luz sobre la calzada que lo impedía.
La empresa Litoral Gas S.A., no pudo cortar el flujo de gas desde la central de control,
entonces mandó dos cuadrillas (una a cada esquina de la cuadra del
edificio afectado) que debieron comenzar a hacer pozos para encontrar
los caños de gas y proceder a su corte.
La energía eléctrica no fue cortada sino después de unas dos horas de ocurrida la explosión.
Y así, cientos de
situaciones imprevistas que los pobladores comunes advertimos en estas
circunstancias pero que se supone que hay organismos especializados que
deberían encargarse de la planificación y del control de todas ellas.
Es que contrariamente a lo que dice, repite y asegura la burguesía, el Estado tal como lo conocemos, no está para ocuparse de la seguridad y protección de nuestras vidas.
Por el contrario, como
lo venimos denunciando diariamente, el Estado burgués está al servicio
de los negocios de los monopolios y para reprimir al pueblo cuando éste
se levanta contra su poder. Ése es el verdadero carácter del Estado.
El Estado de
la burguesía está en crisis, en franca descomposición y hay que
destruirlo porque es contrario a nuestros intereses. No va a
ser posible cambiar esta sociedad si no acometemos esa tarea
revolucionaria. Este “accidente” evitable es una prueba más de lo que
venimos afirmando.
Aquí está el modelo de
crecimiento que la presidenta vociferaba el pasado 20 de junio de su
gobierno “nacional y popular”. Aquí está “el país, la provincia y la
ciudad normales” que el ex gobernador Binner con su socialismo trucho
anuncia en sus carteles de campaña.
Se la vio a la
intendenta entre las cámaras de televisión “ayudando” en la tragedia
evitable. Pero no es eso lo que prometió cuando asumió su cargo. Su
promesa era, precisamente, evitar estas cosas que por el contrario se
vieron facilitadas por su servilismo ante los negocios monopolistas.
Rápidamente vino a
nuestra memoria el entonces gobernador Reuteman “ayudando” en la
inundación del 2003 en la ciudad de Santa Fe, tratando de lavar culpas
en el agua rancia de esa otra tragedia igualmente evitable, también
ocasionada por su responsabilidad y complicidad con los negocios
burgueses.
Ambos actuaron
para la foto. Ninguno cumplió lo prometido al pueblo cuando dijeron que
iban a ejecutar las decisiones a favor de sus intereses.
La corrupción y la
inhumanidad de los funcionarios de la burguesía no constituyen actos
personales mediante los cuales pretendan aparecer como honestos y
humanos. La corrupción e inhumanidad de dichos funcionarios es servir a
los intereses de los monopolios contra los intereses del pueblo poniendo
diariamente a riesgo las vidas e integridad de la población para servir
a las ganancias del capital.
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