Durante más de dos meses, la burguesía sostendrá el proceso electoral hasta su culminación en el próximo octubre.
Este reciente invento,
pobre y desesperado, de internas abiertas obligatorias es una
herramienta creada para intentar tapar la crisis crónica del sistema y
confundir al pueblo al mejor estilo de países como Estados Unidos en
donde las elecciones duran meses.
En los últimos procesos electorales se implementó con el justificativo de que con él se amplía la democracia para el pueblo.
Pero el fracaso es
evidente desde que se puso en marcha por primera vez. La burguesía en
general y los sectores llamados “populares” o “progresistas”, que no son
otra cosa que las expresiones políticas del sector más atrasado de la
pequeño burguesía ilustrada, miedoso de los procesos revolucionarios, se
desgañitan llamando a participar en política, a comprometerse con
el país, a terminar con la vieja política, a darle oportunidad a la
juventud, a formar gobiernos populares, a votar a “otros” partidos, a
terminar con la corrupción…etc.
Las convocatorias no
tienen límites y se formulan de muchas maneras, las fotos de los
candidatos sonrientes y con cara de póker abarrotan los espacios
propagandísticos, la cantinela de las radios y televisión dañan la vista
y el oído…Pero nadie muerde el anzuelo. Todo el mundo sabe que los que
se presentan a elecciones aspiran a los cargos para administrar y cobrar
las jugosas comisiones de los negocios que, a través del Estado,
realizan los monopolios en el poder.
A esta altura de la
historia de nuestro país no puede hablarse de grupos organizados que
pretendan cambiar las cosas intentando la vía de arribar a los cargos
para, desde allí, realizar los cambios, pues es harto conocido y
experimentado que ese “intento” siempre termina con la absorción de esos
“nuevos” funcionarios por parte de sus mandantes, los monopolios, a
quienes terminan sirviendo descaradamente. Pues para llegar allí arriba
debieron recibir los favores de los grupos económicos que los ayudaron a
escalar durante sus costosas y largas campañas, quienes luego
“reclaman” la devolución de los favores, de la misma manera que lo hace
cualquier mafioso. Ante ello, se escudan diciendo, es difícil cambiar de golpe, debemos ir paso a paso, y otras enormes mentiras.
Nadie está interesado
en “participar” de esa política. El acto electoral se cumple como
requisito impuesto por el Estado, pero nada más.
La participación política del pueblo está dada en su forma de hacer política. La vía que ha logrado para que sus intereses se conviertan en realidad: la
movilización, la lucha, la democracia directa, la autoconvocatoria, es
decir, el camino independiente de las instituciones estatales y del
sistema en general. Tanto en las calles, los barrios, las
escuelas, las empresas y las fábricas, parques industriales y, en
general, todos los ámbitos en donde trabajan, estudian y viven las masas
laboriosas argentinas.
Porque tanto la
política, como la democracia (que es una expresión de la primera),
responden a intereses de clase. Así como no hay política a secas,
tampoco hay democracia a secas. Ningún gobierno popular tiene cabida en
el Estado de propiedad de los dueños de los monopolios, la oligarquía
financiera.
Actualmente en nuestro
país, por un lado está la política de los monopolios, la de la
oligarquía financiera, la democracia burguesa en su fase monopolista que
tiende cada vez más a la reacción, a ser cada vez más restrictiva, al
autoritarismo en los hechos aunque, contradictoriamente, se acompañe con
un discurso “nacional y popular”.
Por el otro, y opuesta
antagónicamente a la anterior, es decir, en lucha por la desaparición
de aquella, está la política de la clase obrera y el pueblo, la
democracia popular, la democracia directa de las asambleas y cuanta
forma de organización se dan las masas para la lucha, la cual tiende
cada vez más a la mayor amplitud y a la más decidida acción contra el
poder dominante, aunque decadente y putrefacto. Esta fuerza es la única
que puede hacer retroceder la tendencia autoritaria de la clase
dominante, tal como se viene comprobando a diario, dado lo cual es la
única política que puede triunfar a favor del pueblo.
El Estado llevará a
cabo el requisito electoral, pero al mismo tiempo, y sin paréntesis, el
pueblo profundizará su participación política en la lucha y la
confrontación, lanzado a lograr sus conquistas y a la unidad nacional
que se está construyendo simultáneamente a la síntesis de un proyecto
revolucionario que le permita lograr una vida digna duradera y con un
desarrollo a futuro.
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