miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lucha por el salario, por el pan y la conquista de una vida digna


La lucha de clases se ha expresado primariamente como lucha por el salario que es “la parte que le toca” al obrero, y los trabajadores en general, en este sistema capitalista. Para el trabajador, la famosa distribución de la torta, se reduce a su salario y nunca va a ser de otro modo en el capitalismo, aunque los vaivenes de la disputa lo engrosen o lo disminuyan. Ese punto de la disputa es lo que está pesando a esta altura del año en donde los sueldos resultaron sumamente cortos para afrontar el largo mes de 30 días.
Algunas voces le han puesto nombre a esa lucha por el salario, eligiendo el alimento que simboliza la satisfacción del hambre: el pan. A la disputa de los obreros y trabajadores por la distribución de la renta, la han llamado la lucha por el pan. Incluso en la gran revolución socialista de octubre de 1917, los soviets lanzaron la consigna que sintetizó las aspiraciones revolucionarias del pueblo de luchar por paz, pan y tierra.
Pero el abanico que abarca la lucha de clases es mucho más amplio y comprende una gran cantidad de aspectos que van desde cubrir las necesidades básicas del ser humano, hasta la conquista de los elementos, herramientas y recursos que le permitan a la humanidad desarrollar todas las potencialidades hoy atrofiadas por este sistema de producción capitalista.
Son tan variadas y tan extensas las problemáticas que simultáneamente surgen como necesidades inmediatas a satisfacer y que se hacen carne en cada lucha y se mezclan con igual relevancia entre las aspiraciones que expresan los distintos sectores que se movilizan para conquistar lo que les pertenece por derecho humano que, si tuviéramos que unificarlas en una sola reivindicación, sólo podríamos sintetizarla con una expresión: conquistar una calidad de vida digna.
Allí se contienen todas las aspiraciones de un ingreso que le permita al trabajador y su familia alimentarse adecuadamente, vestirse, educar a sus hijos, contar con servicios de salud, una vivienda digna, vacaciones, seguridad en el ambiente en el que viven, acunar proyectos a futuro, planificar socialmente un desarrollo que nos permita crecer como seres humanos, etc.
Las necesidades insatisfechas para la mayoría de la población se han exacerbado y se entremezclan y entrecruzan no pudiendo diferenciarse entre sí, porque la carencia de una (por ejemplo, un salario suficiente) implica la falta de otra (por ejemplo, la imposibilidad de dar salud a la familia, etc.). Porque a este punto ha llegado el proletario, es decir, la persona carente de todo medio de vida condenada a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir. De tal manera que lograr una reivindicación económica, significa conquistar a la vez, una libertad política y, al mismo tiempo, arribar a una meta ideológica como, por caso, derrotar la lógica de la ganancia y remplazarla por la lógica del bien común.
Pero es imposible conquistar una calidad de vida digna duradera si los medios de producción con los que se genera toda la riqueza social no pasan a mano de los productores: los obreros y trabajadores en general.
Hoy, en medio de este mundo concentrado y centralizado por el capital financiero con todos los Estados a su servicio, la lucha de la humanidad trabajadora abrumadoramente mayoritaria, abarca, en cada una de sus reivindicaciones, todos los aspectos en los que se desenvuelve la lucha de clases, tanto en su plano económico, como el político y el ideológico.
Es por eso que toda lucha por las reivindicaciones irresueltas como por las aspiraciones a una vida mejor, en suma (como dijimos más arriba) por una calidad de vida digna, se resume en una sola lucha política por derrotar a este sistema claramente inhumano e instalar una organización socialista, es decir, basada en el trabajo colectivo y el disfrute colectivo de todo lo producido socialmente.

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