Días de aguda lucha clases en su máxima expresión, la lucha política, se viven en la provincia del Chaco. Por un lado, los trabajadores y el pueblo construyendo y ampliando la unidad desde la movilización, para así consolidar las fuerzas y pasar a mayores niveles de confrontación. Y por el otro, el Estado, con el gobernador Capitanich a la cabeza, hombre mimado de la oligarquía financiera, por su comprobada “lealtad” en su paso por la administración del banco de Formosa durante el menenismo y como Jefe del Gabinete de Ministro, en el gobierno de Eduardo Duhalde.
La confrontación política asume rasgos desesperados y patéticos cuando se trata de las iniciativas desde el poder. El gobernador y sus ministros, en mediática sobreactuación, anuncian cotidianamente grandes proyectos “industrializadores”, como si los planes, a futuro, resolvieran los problemas de los trabajadores y el pueblo hoy, o resolviesen la crisis política de los dueños del poder.
Encuentros y convenciones de todo tipo inaugura a diario el gobernador, para así mostrase como “ejecutivo” y “comprometido con la gente”, solo le faltaría uno, el encuentro para la “contención psicológica del picudo del algodón”.
Está claro que: de las miserias y escarnios que sufre el pueblo, de los salarios de hambre, de los millonarios subsidios que reciben los monopolios que se radican en los llamados “parque industriales” (que no son otra cosa que traslados del fracasado -bajo la implacable lucha de clases- “modelo chino”), de la destrucción y entrega de los montes del Impenetrable, y de la contaminación asesina del glisfosato, no se habla.
Ordenaron a los sindicatos estatales que habían negociado a espaldas de los trabajadores a retomar “su compromiso con la lucha” frente a la derrota política producida por la contundente y masiva autoconvocatoria de los trabajadores del sector, para intentar, así ganar tiempo y mejorar “el clima” social”, partido de la selección nacional de fútbol mediante; y así arribe a la ciudad capital del Chaco, en su tercer intento, en una “neocivilizadora” y creída reencarnación de Napoléon Bonaparte, KFK.
A esto se suman los recién llegados oportunistas electorales y los temerosos del “caos”, que hacen peligrar el negocio que les da la “institucionalidad” y los permisos de la burguesía, para intentar frenar la confrontación política con el poder, romper la unidad y reducir la lucha a lo reivindicativo.
Pero los trabajadores y el pueblo continúan firmemente el camino elegido. Más unidad de los de abajo, más autoconvocatoria, más organización, más movilización e inundar de política revolucionaria a toda la sociedad, son las armas más eficientes que se disponen para derrotar las políticas camaleónicas y reformistas. Desenmascarar el engaño burgués y avanzar hacia la confrontación contra la clase que explota y oprime a todo el pueblo.
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