miércoles, 27 de febrero de 2013

“La salida es la revolución” no es una simple consigna


La crisis mundial del sistema capitalista no puede ser ocultada. A los ojos de los pueblos del mundo la crisis del sistema es la que éste intenta volcar sobre sus espaldas, atacando derechos, conquistas y, en definitiva, apuntando a un empobrecimiento de las masas trabajadoras y populares sin parangón en la historia del capitalismo.
El gran cambio que vive la lucha de clases mundial es, entre otros tan importantes, el que presenciamos a diario sea en una lucha en América, una movilización en Europa o una huelga en Asia o África: lo que antes el sistema presentaba como políticas que nos “salvarían” de las crisis, ahora son identificadas como las políticas que, definitivamente, van a terminar hundiéndonos en la miseria más absoluta como Humanidad.
La oligarquía financiera mundial no está en condiciones ya de convencernos que nuestra suerte como individuos y seres sociales está atada, irremediablemente, a su suerte. Muy por el contrario sabemos que cuanto mejor les va a ellos, peor nos va a ir a los pueblos.
Este fenómeno recorre la conciencia de las masas a nivel planetario. No hay un manifiesto mundial que así lo afirme, pero no es lo que hace falta para poder realizar esta afirmación. Los procesos de lucha y movilización abierta y callejera que se dan en el planeta, las consignas y objetivos por los que se lucha, muestran claramente que las masas no están dispuestas a soportar pasivamente el ataque de la burguesía monopolista mundial.
Es este un proceso objetivo que no ha dependido ni depende de la voluntad de nadie, sino que es producto del desarrollo de la lucha de las clases. Su vitalidad y vigor comienzan a demostrar que no es un fenómeno pasajero sino una tendencia concreta y afirmada que define un proceso de luchas que van y seguirán yendo en ascenso, aumentando las contradicciones y las crisis del sistema capitalista en su conjunto.
Sin embargo, hay algo que la burguesía monopolista se encarga de resguardar sistemáticamente: la existencia de una clase capaz de poder oponer un proyecto de salida revolucionaria a la crisis del sistema.
Mientras la matriz de los ataques radican en la búsqueda por defenestrar y borrar todo derecho laboral que aun quede en pie, en atacar la organización independiente de los trabajadores, en achatar cada vez más los niveles salariales de una punta a la otra del planeta, las usinas ideológicas del sistema alimentan cualquier teoría que niegue el cambio revolucionario en la sociedad y el papel de las clases en pugna. Tanta preocupación es suficiente para alertar y confirmar que la clase dominante sabe muy bien dónde está su enemigo acérrimo e irreconciliable. Mas aun quedan “desprevenidos” que no saben leer esta realidad y elaboran sesudas argumentaciones que terminan haciendo una crítica del sistema pero alentando salidas que no rompen definitivamente con su esencia inhumana y explotadora y, por lo tanto, más que salidas son trampas ratoneras.
La clase obrera sigue siendo la única clase capaz de enarbolar un proyecto de revolución social que sea un proyecto emancipador para el resto de las clases populares. Y ese proyecto es el socialismo, es un cambio revolucionario; es la lucha por el poder político que signifique desalojar a la burguesía del mismo; es despojar a la burguesía de la propiedad de los medios de producción para poner estos al servicio del ser humano y la naturaleza; es arremeter contra sus intereses de clase implacablemente en todos los aspectos que hacen a la organización de la sociedad: político, económico e ideológico.
Esta convicción también abarca la certeza de que cuanto antes una revolución proletaria alcance el triunfo, muchos sufrimientos se ahorrarán a los pueblos del mundo. De lo contrario sería seguir subsistiendo, seguir agonizando junto a la agonía del sistema pero soportando, indudablemente, los peores sufrimientos a los que éste nos puede arrastrar.
La salida es la revolución no es una simple consigna; es la verdadera respuesta que los revolucionarios consecuentes podemos enarbolar en esta etapa tan dramática pero a la vez tan apasionante que atraviesa la Humanidad.

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